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BORN OF SILENCE - Prólogo


“Tenés que ser el gato más grande del universo entero. ¿Qué estás tratando de hacer? ¿Empatar a Caillen en el récord de ´con cuánta gente podés dormir en un solo mes´? Y para que lo sepas, su récord es de veintidós.”


Maris Sulle, el amigo más viejo y querido de Darling, se río ante su tono seco. “Solamente estás celoso porque vos no conseguiste el número del mozo.”

Apoyándose en el respaldo de su vistosa silla acolchada, Darling se burló. Giraba el vino en su copa de cristal mientras terminaban de almorzar en uno de los restaurantes más exclusivos de Perona – la ciudad capital del sur del Imperio Caronese donde la familia de Darling había reinado con continuidad por más de tres mil años.

Después de la mañana de mierda que había tenido, realmente quería algo mucho más fuerte que ese vino de mierda para tomar, pero la imagen que debía dar en público, evitaba que pidiera el licor potente que ansiaba tomar.

Solamente podía tomar cuando estaba solo. E inclusive en esos momentos, tenía que tener cuidado de que nadie se enterara, y mucho más cuidado de que descubrieran quién y qué era realmente.

“Pensé que todavía estabas con…” Darling hizo una  pausa mientras mentalmente repasó la enorme lista de hombres con los que su mejor amigo había estado durante el último año.   “No puedo acordarme de su nombre ahora.”

“¿Gregor?”

Darling negó con la cabeza mientras finalmente se acordó el nombre del último novio y no había sido Gregor. Temería estar volviéndose senil, pero en realidad tenía muchas cosas en la mente. Además, nadie podía estar al día con la cambiante lista de chicos que Maris usaba de juguete. “Aparentemente estoy atrasado. El último que recuerdo se llamaba Destin.”

“Drustan,” lo corrigió Maris. “Y si, estás atrasado. Realmente deberías tratar de mantenerte actualizado. Eso fue hace al menos dos meses, y tuve a tres más después.” Él miró el número en su teléfono y sonrió mientras lo guardaba.
“Y  pronto serán cuatro.”

“¿Sabe Gregor que va a ser remplazado?”

“Ah, ni me hagas hablar de ese mono repulsivo. Lo encontré en flagrante delicto con su secretario. ¡Su secretario!
¿De verdad? Si vas a ser semejante gato, lo menos que podés hacer es no ser un cliché. ¿Verdad?”

Darling se rio, luego tomó un trago del vino antes de hablar nuevamente. “Voy a tenerlo en cuenta para el futuro. Lo último que quiero es ser acusado de ser un gato cliché. “

“Ay, por favor. Si sos un mojigato. Ni siquiera estoy seguro de que hayas perdido tu virginidad.” Con una expresión horrorizada, Maris levantó la vista de su teléfono y se puso la mano en la boca al darse cuenta de lo que había dicho y la bomba de dolor que había hecho explotar sobre Darling inintencionadamente. “Por favor perdoname, Dar. Fue tan insensible de mi parte. No quise decirlo. Ay, no puedo creer que te lo dije justo a vos. No estaba pensando, dulce. Sabés que nunca, jamás te lastimaría. Por nada del mundo… podés pegarme si te hace sentir mejor.” Él cerró los ojos con fuerza, esperando el golpe.

A Darling le tomó unos segundos poder domar al monstruo de su pasado y encerrarlo bajo llave, y luego poder hablar a pesar de las terribles emociones que lo destripaban.

“Está bien, Mari. “ Dijo finalmente, su voz engañosamente calma mientras acariciaba el decantador de cristal que estaba en la mesa. “Sé que no lo dijiste con malas intenciones.”

Aun así, no evitó que el golpe le llegara hasta los huesos.

Darling dejó su vaso en la mesa y deseó poder arrancarse del cerebro algunos de sus recuerdos. ¿Qué era lo más patético de todo? Aunque había sido terrible, no estaba primero en la lista de las cosas que mataría por olvidar.

Abriendo sus ojos, Maris estiró su mano para cubrir la de Darling con la propia. “Sos la persona más fuerte que conocí en mi vida. ¿Lo sabés, verdad?”

Era raro, porque él no se sentía así. La mayor parte de lo días se sentía mucho más golpeado por dentro que por fuera. Y últimamente esos sentimientos de furia y resentimiento, de odio sin tregua y venganza, lo estaban forzando a entrar en la oscuridad, y no estaba seguro de poder salir.

Antes de poder frenarse, se alejó del toque de Maris y rozó su mejilla donde estaba el último moretón que se había hecho. Por suerte, usaba el cabello largo y lograba cubrir el lado izquierdo de su rostro, ocultándolo, al igual que la cicatriz que ninguna cantidad de cirugías estéticas podría eliminar.

Otro recuerdo del cuál quería deshacerse, y un perpetuo recordatorio de que realmente estaba solo en el mundo. Podía contar con sus  amigos, pero al final del día, todos regresaban a sus casas. Ni siquiera Maris podía estar con él las veinticuatro horas del día. Y aunque tuviera pequeños ratos
de libertad, tarde o temprano Arturo se ponía nervioso y lo hacía traer nuevamente al infierno.

La alarma de su celular sonó.

Eso te pasa por pensar en el bastardo. No hay nada como convocar al dybuk de su hoyo estigio.

Maris frunció el ceño. “¿Para qué era esa alarma?”

Darling frenó el sonido, luego volvió a poner su celular en su bolsillo. “Mi tío activó mi chip.” Un hermoso rastreador nanotecnológico que era tan pequeño que no podía ser localizado, removido, ni aplastado. Pero lo único con lo que Arturo no había contado era con el ingenio de Darling, que había hecho un programa que podía interceptar el acceso al chip por parte de su tío. “Programé la alarma para notificarme cada vez que manda a sus monos para llevarme a casa a rastras.” Una constante en su vida que siempre encendía su temperamento.

¿Cómo carajo todavía lo consideraban un menor cuando tenía veintiocho años?

Solamente algo tan retrógrado como la ley Caronese…

Una ley originalmente diseñada para proteger a su gente del reinado de un monarca inmaduro. En vez de eso, había probado ser una sentencia a prisión que colgaba de su cuello como una soga perpetua.

Y honestamente, lo enfermaba toda esta mierda. Kere, su alter ego Sentella, quería sangre. Cualquier día de estos, la parte más oscura de su personalidad se apoderaría de él, se olvidaría todas las consecuencias y se las agarraría con el mundo. Que los dioses ayudaran a quien quedara en la línea de fuego cuando eso pasara.

En el pasado, había sido capaz de calmar su indignación racionalizándolo fríamente, pero su furia era cada vez más difícil de calmar. Ninguna cantidad de lógica lograba calmarlo. Si algo, sus intentos por racionalizar su situación y la injusticia en su vida lo provocaban todavía más.

Sentía como si empezara a perder la cordura con todo esto.

Delicadamente, Maris se secó la boca con su servilleta de lino. “Entonces deberíamos emprender la retirada. No quiero meterte en problemas.”

No tenía importancia. Solamente por respirar se metía en problemas.

No voy a poder soportar esto durante mucho tiempo más…

Pero tenía que soportar. No era solamente su vida la que estaba en juego. Era la de su madre, su hermano y su hermana. Y a diferencia de tu hermano mayor, Ryn, no iba a darle la espalda a su familia. Jamás. Aunque odiara a su madre más de lo que la amaba, no la sacrificaría.

Nunca se cagaría de esa forma en la memoria de su padre.

Pero se estaba cansando de pensar así. Dieciséis años de pura mierda se habían llevado lo mejor de él. No solo
físicamente, sino mentalmente.

Dale, Dar. Solo dieciocho meses más. Podés hacerlo.

Y luego heredaría el imperio de su padre y finalmente podría controlar su propio destino.

¿De verdad pensás que va a pasar eso?

Tenía que confiar en que sí. Aunque su instinto le decía que probablemente sería asesinado antes de que eso pasara, era lo único que lo mantenía cuerdo estos días. Eso y la única persona de la que no podía hablarle a nadie.

Ni siquiera a Maris.

Ese secreto era la única red de contención que tenía.

Darling levantó su mano haciéndole una seña al mozo de que estaban listos para la cuenta. Si los hombres de su tío
seguían su rutina usual, solamente tendría alrededor de quince minutos antes de que la guardia real lo arrastrara fuera de ese lugar.

Eso era lo último que necesitaba en degradaciones, especialmente después de la ronda de “Humillemos a Darling en frente de los Gerentes Gobernantes,” que había tenido lugar durante la manaña.

No pienses en eso. Pronto él sería gobernante y todos se enterarían lo poco débil que era.

Él sacó su tarjeta y la puso sobre la mesa. No necesitaba mirar la cuenta. No le importaba si le habían cobrado de más. El tiempo tenía más significado para él que el dinero.

El mesero volvió, le sonrió a Maris con picardía, y tomó la cuenta y la tarjeta.

Luego volvió en tiempo récord… con un pequeño paquete de la torta que Maris había ordenado y luego había cambiado de parecer. Había algo que resaltar de la forma escandalosa de coquetear de Maris. Siempre recibían el mejor servicio en los Sistemas Unidos.

Darling presionó  su pulgar contra el scanner, luego firmó su nombre en el lector electrónico. Tan pronto como su pago fue aceptado, se levantó y siguió a Maris hasta la entrada.

“¿A dónde te dirigís ahora?” Maris le preguntó mientras sostenía la puerta abierta para él. Lo que Maris realmente quería preguntarle es dónde trataría de esconderse para evitar que lo arrastraran a su casa como a un ladrón, y le pegaran porque se había atrevido a tener una tarde de paz fuera de la vista de su tío.

“Voy hacia mi avión y me dirigiré hacia lo de Caillen por un rato. No tuve oportunidad de ver a su hija desde que comenzó a caminar. ¿Y vos?”

Maris miró dentro del restaurante nuevamente. “Yo también quiero ir hacia un lugar, pero no es precisamente un avión… o quizás sí tenga la potencia de uno. Con ese cuerpo, todo es posible.”

A pesar del disgusto que le causaba tener que irse tan abruptamente, Darling sonrió. Era lo que más le gustaba de Maris. Sin importar lo mal que se sintiera, Maris siempre lo hacía reírse. “En serio, ¿querés venir conmigo?”

“Seguro, siempre puedo mirarlo a Caillen. Ese hombre…” Maris se mordió el nudillo con una mirada cargada de lujuria.

Darling se rio mientras se metieron en una enorme multitud en la calle y tuvieron que empujar para abrirse camino a través del mar de cuerpos. “Mejor tené cuidado, su esposa puede ponerse celosa.”

“Es verdad. Y no soy lo suficientemente tonto como para ofender a una mujer que sabe cómo usar un blaster y una espada. Me gusta que las partes de mi cuerpo estén pegadas.”
Darling no le respondió. Mierda, sabía que la multitud era densa a esta hora del día, pero esto era ridículo.

Apenas podía moverse.

Pero bueno, debería estar agradecido. Haría que los hombres de su tío se movieran más lento y lo ayudaría a ocultarlo de ellos.

Su alarma sonó otra vez.

“Bastardo,” gruñó en voz baja antes de mirar hacia abajo y apagarla.

“¡Dar!  ¡Adelante, al frente! ¡Punto Uno!”

Con sus reflejos pulidos por los mejores asesinos en el negocio que le habían enseñado a proteger sus áreas vitales, Darling se dio vuelta ante la orden militar de Maris que le advertía de un ataque inminente. Al instante en el que se
movió, sintió el pinchazo de un cuchillo que le cortaba la carne, justo debajo del omóplato.

Un cuchillo que había tenido la intención de atravesarle el corazón.

Puteando, volteó para agarrar la muñeca del asesino. Por varios segundos, los ojos azules de Darling perforaron con la mirada esos ojos grises mortales que eran demasiado estúpidos como para darse cuenta de que su dueño había cometido un error fatal.

El asesino tiró del cuchillo.

Apretando los dientes contra el dolor que lo recorrió, Darling dejó que el asesino lo retirara de su carne. Pero en el momento en que salió la hoja, incrementó la presión en el agarre, y le pegó un cabezazo. Torciéndole el brazo, escuchó al hueso quebrarse antes de que el cuchillo cayera de su  mano rota. El asesino lo atacó con otro cuchillo que había sacado de una funda en su pierna.

Atacá con todo lo que tengas…

Darling saltó hacia atrás, lejos de su alcance. Pisando fuerte con su talón izquierdo en el pavimento, Darling eyectó la hoja que tenía en la suela de su bota y usó su afilada punta para catapultar el cuchillo caído en la calle hacia arriba  para atraparlo con su mano.

La gente que los rodeaba se dio cuenta de lo que estaba pasando y comenzó dispersarse, gritando  por el miedo de ser heridos accidentalmente o de morir durante la pelea.

Su atacante volvió contra él.

Esa fría, y reprimida parte demoníaca de Darling se babeaba por vengarse con su sangre. Le dedicó al asesino una sonrisa insidiosa, mientras salía de su alcance. Rodó alrededor de la espalda del hombre, y luego se dio vuelta y lo acuchilló en el hombro.

Su atacante gritó y se dio vuelta para tirarse sobre Darling. Sonriendo, Darling le hizo un gesto con ambas manos, desafiándolo a acercarse. El asesino frunció el ceño al ver el cuchillo que Darling tenía en su palma -  la forma en la que lo sostenía le hizo saber que era tan bueno con las armas blancas como él.

Quizás aun más. Si Darling hubiera hecho un ataque como el de Kill Bill, su víctima habría estado muerta en el piso y no peleando contra él.

Por primera vez, el miedo oscureció los ojos grises del asesino mientras finalmente se dio cuenta de que se había metido en mierda hasta el cuello. Largó el cuchillo y se estiró para alcanzar su blaster.

Su error.

Sin querer arriesgarse a que un inocente recibiera el impacto y resultara muerto por la incompetencia de un idiota, Darling agarró el brazo del asesino, y lo dobló hasta su espalda. Antes de que pudiera recobrarse, Darling lo agarró de la pera, le levantó la cabeza y le cortó la garganta.

Luego lo empujó hacia adelante.

Atragantándose, el asesino cayó de rodillas en la vereda. Se cubrió la herida con la mano, tratando de bloquear el flujo de sangre que se filtraba entre sus dedos.

Con su furia descontrolada, Darling dio un paso atrás para mirarlo. Su parte decente quería terminar con la vida del
asesino y con su sufrimiento. Pero la parte de él que lentamente devoraba su conciencia, disfrutó ver al asesino a sueldo luchar por su vida.

Dejalo morir en agonía pura. Era lo que se merecía.

Antes él que yo.

Darling miró rápidamente alrededor para asegurarse de que no hubiera otra amenaza que viniera por él. Su mirada se
encontró con la de Maris y vio el horror en el rostro de su amigo. Pensó que era por lo que había hecho, hasta que Maris dio un paso al frente.

“Estás sangrando mucho de tu herida en la espalda. ¿Estás bien?”

En ese momento Darling volvió a sentir el dolor. “Si, duele como la mierda, pero voy a vivir.” Había vivido heridas peores que esta. Y esas se las había causado la gente que supuestamente lo amaba.

El asesino continuó retorciéndose en el piso, rogando clemencia, usaba una campera negra que tenía como tres docenas de marcas en su manga – una lista enfermiza que se jactaba de la cantidad de gente que había asesinado.

Y el asesino había tenido la intención de agregar otra marca más por la vida de Darling.

Pero las marcas que realmente lo enfurecieron fueron siete que tenían puntos sobre ellas.
Niños asesinados.

Darling frunció el labio ante el bastardo repulsivo mientras una furia ciega se apoderó de él.

El puñado de amigos que dirigían Sentella con él le habían puesto “Kere” como broma.  Dios Caronese de la muerte y la oscuridad que reinaba su versión del infierno, se decía de Kere que se mantenía vivo consumiendo la sangre de sus enemigos. Los dioses más oscuros vivían para pelear y tomaban su fuerza de aquellos que rogaban clemencia.
Como Darling normalmente era tranquilo y sereno, su compañero de Sentella, Hauk, había pensado que era gracioso decirle así.

Pero ahora…

No había compasión ni lástima mientras miraba al asesino que estaba muriendo de la terrible herida que Darling le había causado. A decir verdad, solo sentía una cosa…

¿Podés morirte más rápido y cerrar el orto mientras lo hacés?

Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, Darling agarró el blaster del hombre de su funda y le pegó un tiro con él.

Un solo tiro en la nuca.

Darling se quedó ahí parado en la calle con el blaster humeando en su mano y tan quieto como pudo quedarse.

Lo peor era, que no sentía nada por sus acciones. No había arrepentimientos.  No había remordimientos.

Solamente un vacío.

No estaba seguro de por qué había pasado, pero se había vuelto tan monstruoso e insensible como cualquier asesino que había conocido. Sus emociones ahora le resultaban extrañas.

Solamente había una persona que podía llegar a él a través de su coraza y hacerlo sentir algo más que su propio dolor y furia.

Por favor, Dios, ayudame.

Esta vez, supo que el horror en los ojos oscuros de Maris era definitivamente por sus propias acciones. “Realmente estás comenzando a asustarme, Dar.”

Si, también estoy comenzando a asustarme a mí mismo.


Traducción: Mariana Agnelli

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